Sentada en el bordillo, interrogando a ese punto donde el azul y el verde se confunden, en el que yo veo azul y tú verde, dejo el tiempo transcurrir.
Yo desconocidamente inmóvil, como hipnotizada por el viento y el sonido de las hojas rascando el suelo. Completamente a merced de mis pensamientos.
Las farolas casi invisibles, emiten un crujido, quizás a modo de blasfemia, y se encienden de improviso.
Me parece estúpido la manera en que a veces decido que las cosas se tratan de una señal, y me sonrio de mi propio chiste. Me levanto y entro en ese círculo luminoso envuelto de oscuridad. Es como meterse en un agujero. Me situo en el centro y espero a que suceda... me apetece que ese agujero me succione hacia las entrañas de la tierra (dudo si levantar los brazos y facilitar el viaje), o aparecer en un universo paralelo, puestos a elegir, uno inventado por Tim Burton.
Pero nada...
Como soy cabezota hasta límite insospechados, busco en el bolsillo si existe ese tiquet para el cielo o para el infierno. Supongo que debe ser como en las atracciones, si no hay ficha no hay viaje.
Me doy la libertad de perder el punto objetivo, y escribo con el dedo en la arenilla:
Lo que no suma, resta.
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Busco maniquís para un proyecto fotográfico, si alguien tiene alguno que no utiliza y que no sabe qué hacer con él, o me lo puede prestar para la sesión, que se ponga en contacto conmigo a través del mail que está escrito por aquí arriba. Prometo ser cuidadosa, y devolverlo en perfecto estado... y lo de la cervecita, está hecho...
Mil gracias.